sábado, diciembre 04, 2004





DE LAS ONG A LAS EMPRESAS SOCIALES: ¿QUÉ CAMBIA?, ¿QUÉ PERMANECE?


Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



Una buena obra de teatro es aquella donde confluyen una acertada dirección, un libreto bien escrito, unos actores y actrices conocedores y experimentados en su oficio, un escenario adecuado, una escenografía pertinente y un tema que cautive la atención del público. La taquilla, los aplausos, las ovaciones y la permanencia en cartelera indican si la obra tuvo éxito.
En el debate ideológico, político y académico hay un consenso en reconocer y aceptar los distintos actores sociales que tienen ingerencia, recursos y acciones en el desarrollo humano: el Estado, la empresa privada, las organizaciones civiles del tercer sector, las comunidades, las agencias multilaterales y la cooperación internacional. Los representantes de estos actores exponen y confrontan sus tesis en multitud de escenarios públicos y privados del planeta. El reconocimiento como actor social implica el desempeño de un rol preciso en cuanto a ser portador de intereses, de poder, aspiraciones, voluntades y propósitos específicos de un sector sea este gubernamental o no gubernamental; y en un mundo globalizado los escenarios de actuación cruzan lo internacional, lo nacional, lo regional y lo local haciendo de lo simple un asunto complejo.
A diferencia de la obra teatral los actores sociales no disponen de una director escénico ni de un único libreto que guíe sus pasos y ordene sus diálogos; de ahí que sea frecuente la confusión de roles y la descoordinación en los escenarios donde se promueve el debate ideológico, político y académico acerca del desarrollo humano. Desde hace tiempo las organizaciones no gubernamentales, ONG, son reconocidas como actores sociales y por lo tanto tienen acceso a participar de dichos escenarios. Una fracción de ellas justifica su actuación ante lo que denomina el “vació del Estado” en el cumplimiento de sus responsabilidades ante los grupos mas pobres y vulnerables de la sociedad. Su papel, en consecuencia, es “ocupar” esos espacios con la ejecución de programas y proyectos que suplan la falta de acción gubernamental. Otro grupo de ONG esta convencido que su tarea fundamental es la de ser representante y vocero de los intereses de las comunidades marginadas ante el Estado y la sociedad. Otras insisten en su posición de evitar cualquier contacto o acción conjunta con el Estado por temor de “contaminarse” o de perder autonomía. Y de un tiempo para acá, en Colombia, ha surgido un movimiento que desean ser reconocidas no como ONG sino como empresas sociales. Argumentan que el nombre las estigmatiza y les cierra las puertas del apoyo económico del sector privado. Opinan que para la consecución del logro de la sostenibilidad es menester adoptar un enfoque, un estilo y una mentalidad empresarial. Piensan que les iría mejor si cambian no solo de nombre sino de rol adoptando el de las empresas productivas. Las consecuencias de tal hecho no son superficiales, tienen o tendrán consecuencias importantes para la configuración y desempeño del Tercer Sector [1]. En Europa, a su vez, se viene afirmando una tendencia que busca transformar el voluntariado y el asociacionismo en empresa social como generadora de empleos, bienes y servicios. La profesionalización, el empleo asalariado y la sujeción a las normas ISO de calidad son componentes de este direccionamiento.
Definición de empresa social en el contexto europeo
La RED EMES es una red científica europea dedicada, entre otros asuntos, ha realizar estudios sobre el Tercer Sector. Según ellos a la empresa social se la puede definir de acuerdo con criterios económicos y sociales. Para ser fiel y no malinterpretar acudo a la cita textual:
“Según los criterios económicos, una empresa social, independientemente de su forma jurídica, debe poseer las siguientes características:
- Producción y distribución de bienes y servicios, es decir, debe tener contacto con el mercado de carácter no eventual, ni ocasional, sino permanente.
- Autonomía de gestión, es decir, contar con su propio proyecto y desarrollarlo en forma autónoma. La empresa social no es un brazo instrumental de otra organización. La autonomía de gestión debe constar en los estatutos y formalizarse en protocolos.
- Riesgo económico, debe existir una mínima diversificación en la producción (distribución) de bienes y servicios.
- Fuerza de trabajo remunerada, al menos un mínimo.
- Carácter innovador del servicio, tiene que ofrecer algo diferente, un añadido, un plus de producción.
Según los criterios sociales, una empresa para definirse como “social” debe tener las siguientes características:
- Iniciativa emprendida por un grupo de ciudadanos, debe ser expresión de una forma de auto organización de los ciudadanos, iniciativa de la comunidad.
- Tener relación directa con el territorio, en tanto iniciativa de la comunidad debe permanecer unida a ella, participa en el desarrollo local.
- El poder de decisión no se basa en la posesión de capital, sino en la participación de las personas.
- Participación democrática en la gestión de las actividades, debe asegurar los mecanismos de participación en las decisiones. La democracia es un criterio ligado a los socios, “una persona, un voto”; la participación es un criterio que remite a los destinatarios de las actividades de la empresa.
- Limitación en la distribución de beneficios. Se trata de un elemento constituyente, irrenunciable, pero no suficiente. A diferencia del criterio anglosajón, en el que la distribución de los beneficios es el único criterio, es necesario identificar, no sólo las limitaciones de dicha distribución, sino también otros criterios que garanticen la finalidad social.[2]
Alcances y límites del concepto de empresa social en el contexto colombiano
Si la denominación de ONG[3] peca por resaltar como atributo esencial de identidad la diferenciación de origen con respecto a lo gubernamental, la denominación de empresa social resulta un híbrido que en vez de resolver el problema de la identidad lo agrava aun más, por cuanto pretende asemejarse a las organizaciones lucrativas del sector privado creando más confusión de roles entre los actores sociales.
Atendiendo a los “criterios económicos”, a diferencia de Europa, en Colombia las ONG hace rato que producen y distribuyen bienes y servicios; asumen riesgos económicos; disponen de autonomía de gestión, de fuerza de trabajo remunerada y son innovadoras del servicio. En cuanto a los “criterios sociales” la mayoría de las ONG del país son iniciativas emprendidas por un grupo de ciudadanos; tienen relación con el territorio y se acogen, por Ley, a disposiciones estatutarias de índole democrática en la designación de sus autoridades: “una persona, un voto” lo mismo que en relación a la participación democrática en la gestión de actividades. Con respecto a la distribución de beneficios económicos la Ley no los permite. Si nos acogemos a los “criterios económicos y sociales” de las empresas sociales europeas un porcentaje muy alto de las ONG colombianas cumple los requisitos de admisión. ¿Debiéramos, en consecuencia, desestimular el uso del término de ONG y promover el de empresas sociales en el Tercer Sector ? El debate apenas comienza... de mi parte aporto cuatro argumentos:
. Existencia de un mercado social imperfecto. El mercado es la institución económica donde se intercambian los bienes y servicios producidos bajo la ley de la oferta y la demanda. El mercado fija precios, regula el volumen de las mercancías y es un indicador de las decisiones de compra y venta de millones de personas, familias y organizaciones. Los mercados de mercancías han desarrollado instrumentos de medición y manipulación que dan cuenta de la abundancia, la escasez, el alza y la reducción en los precios. Las empresas privadas producen para atender una demanda solvente de clientes y consumidores que tienen capacidad de compra o de endeudamiento. Los bienes y servicios que producen las ONG no cuentan con clientes y consumidores solventes sino con intermediarios que pagan por ellos o que los subsidian como el Estado, la cooperación internacional al desarrollo o donantes. Las ONG no atienden mercados sino cuasimercados. ¿Quién y como se define el tamaño del cuasimercado de lo social? ¿De que forma opera la ley de la oferta y la demanda en este cuasimercado en cuanto a fijación de precios? ¿Cuáles son las fallas de este cuasimercado y como se corrigen? ¿Hay un perfil de ONG oferentes para cada segmento de clientes?¿Qué tan flexible y elástica es la oferta de las ONG ante los requerimientos de los cuasimercados? ¿Disponemos de información confiable y actualizada de la competencia? ¿Qué tan estudiada y conocida son las necesidades de los demandantes? ¿Sabemos el porcentaje de participación de nuestros competidores en el cuasimercado social? ¿Qué tan fluida y confiable es la información disponible? ¿Deben primar las relaciones de competencia a las de cooperación en las empresas sociales para la conquista del mercado? ¿Estarían dispuestas las empresas sociales a fusionarse o a dejarse absorber por otras en búsqueda de la eficiencia y de la obtención de una posición dominante?. ¿No será acaso que los que caracteriza el marco de operación de las organizaciones del Tercer Sector es precisamente la existencia de cuasimercados? Si se llegase a conformar un verdadero mercado social a semejanza del mercado económico, o sea un mercado que fije precios, márgenes de rentabilidad, ciclos de auge y recesión, etc, ¿qué papel y espacio tendrían las empresas sociales ante la competencia de las empresas económicas? ¿Qué tan efectivo es el diseño y ejecución de un plan de mercadeo de una empresa social en un cuasimercado? Son muchos los interrogantes y muy pocas, aun, las posibles respuestas satisfactorias con respecto a este tema.
. Insuficiencia de recursos financieros. Las empresas económicas requieren de capital, ya sea propio o prestado, para iniciar labores, funcionar, ampliarse o crecer. Existen bancos de fomento y políticas gubernamentales que facilitan los recursos, prestan asesoría y avalan ante terceros. La mayoría de las ONG colombianas, léase empresas sociales, no contaron con un capital suficiente en su origen y tampoco pueden mostrar en sus estados financieros un patrimonio importante que se aproxime, siquiera, a las organizaciones del sector solidario como las cooperativas y los fondos de empleados. Tienen serias restricciones para acceder a créditos bancarios y no tienen la posibilidad, como las empresas económicas, de ser capitalizadas por sus socios para crecer o para enfrentar situaciones adversas. Si se les aplicara la norma de las empresas económicas de tener que liquidarse si los pasivos igualan la mitad del valor del patrimonio muchas entrarían en concordato. No olvidemos que el conjunto de las organizaciones del Tercer Sector en Colombia sólo representan el 2.1% del PIB[4]. Ni las ONG, ni las empresas sociales disponen, y dispondrán, de los recursos suficientes para reducir, mitigar o aminorar en una proporción significativa los efectos negativos de la pobreza y la exclusión social. Antes que proveer bienes y servicios, nuestra misión y nuestros esfuerzos deben ir encaminados a incidir en el Estado, poder político, y en el sector privado, poder económico, a reorientar las políticas y el modelo de desarrollo que generan y mantienen en situación de pobreza el 60% de la población colombiana.
- Bajos salarios y pocos incentivos económicos. La insuficiencia de recursos financieros para desarrollar la misión, fortalecer la organización y aumentar los servicios en las ONG incide, además, en la permanencia de una estructura de bajos salarios y pocos incentivos económicos a sus profesionales y empleados. Las comparaciones de curva de salarios frente a las organizaciones gubernamentales, la empresa privada, las universidades y las cooperativas las pone en desventaja. Los ingresos apenas alcanzan para cubrir las obligaciones de Ley, en el mejor de los casos, y no dan lugar a establecer políticas de incentivos, bonificaciones, prestaciones extralegales y reconocimientos por productividad. Los programas de bienestar laboral para los empleados y sus familias son escasos y la mayoría de las veces se limita a la oferta institucional de las Cajas de Compensación. Las ONG ofrecen posibilidades de un primer enganche laboral pero no logran retener el personal que cualifica ante las ofertas de empleo que llegan de otros sectores, lo que a su vez incide en situaciones de baja competitividad en el mercado de trabajo. Los bajos salarios y la falta de incentivos económicos se suplen con mística, entrega, sentido de pertenencia y un alto compromiso personal y social.
- Déficit de formación gerencial. La gerencia social es hija legítima de los programas de modernización del Estado impulsados desde la CEPAL y el INDES a principios de los años 90 del pasado siglo que luego se extendieron a las organizaciones del Tercer Sector las cuales fueron “descubiertas” como instrumentos de ejecución de las políticas sociales y de los proyectos que las entidades gubernamentales no estaban interesadas en seguir realizando en forma directa. Este viraje se enmarca en el paso de la matriz estadocéntrica a la matriz sociocéntrica.[5] Contratación de servicios, eficiencia, amplia cobertura, bajos costos y flexibilidad fueron los criterios gerenciales que el Estado empezó a promover en su relación con las ONG que pretendían acceder a los recursos públicos. Esta exigencia externa a la par con las de la cooperación internacional de desarrollo hizo más visible el déficit cuantitativo y cualitativo de la formación gerencial Tercer Sector. Déficit extendido a la ausencia de indicadores y sistemas de control y evaluación de la gestión no sólo social sino administrativa, humana y financiera de las ONG. Exigencias que se siguen aumentando con la implementación de sistemas de gestión de la calidad para calificar en licitaciones públicas de contratos de consultoría y prestación de servicios. Presiones del entorno que han llevado a un grupo representativo de ONG a evolucionar al concepto de empresa social.
La gerencia social es un campo de conocimiento de muy reciente aparición en la oferta académica y de muy corta trayectoria en las organizaciones del Tercer Sector. El personal directivo y los equipos operativos de profesionales de las ONG, en nuestro caso particular, cuentan con una adecuada formación humanística pero aun carece de una adecuada formación gerencial en cuanto a teoría, herramientas y procedimientos , en especial, en el nivel de postgrado.
Con que facilidad y rapidez migran del sector empresarial al Tercer Sector enfoques, escuelas, modas y estilos gerenciales de las empresas productivas. Las organizaciones sociales, entre ellas las ONG, las acogen sin análisis previos, como tabla de salvación, para después tener que reversar o suspender procesos que no dan los resultados esperados. No basta con el aporte de los académicos, ni de los asesores empresariales para avanzar en el desarrollo de la gerencia social, es fundamental que las ONG, sus profesionales y el gremio asuman la tarea de construir pensamiento, teoría y conceptos propios que den cuenta de la realidad de nuestro que hacer. En esta perspectiva las acciones de fortalecimiento institucional deben dirigirse a superar el déficit y a cualificar la formación gerencial del capital humano del Tercer Sector.
La evolución de las ONG hacia la empresa social no es un imperativo del Tercer Sector ni de todas las ONG. Como en todo proceso hay oportunidades y hay amenazas. Las oportunidades residen en el logro de la sostenibilidad, en el aseguramiento de excedentes para el fortalecimiento institucional, en la optimización de los recursos, en la posibilidad de mejorar los niveles de remuneración del personal y en poder alcanzar estándares de calidad. Las amenazas se incuban en los riesgos de perdida de identidad, de renuncia al ideal de cambio humano y transformación social, del predominio de los objetivos e intereses económicos sobre los sociales, en el incentivo de la competencia sobre la colaboración, en la adopción de prácticas “non santas” como el trafico de influencias y la corrupción para hacerse a los contratos oficiales y en el abandono definitivo de la mística y del voluntariado como fuerza social. Corresponde a cada Asamblea de socios, a cada Junta Directiva, a cada Dirección Ejecutiva de las ONG analizar los pro y los contra de tal evolución. Por último, no olvidemos que la implantación a ultranza de la gerencia social no es garantía certificada contra las quiebras y el colapso...
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[1] El investigador social Fernando Fantova, sicólogo y sociólogo español, señala el riesgo que asumen las organizaciones del Tercer Sector al relacionarse estrechamente con el Estado, la comunidad y el sector privado. Si las ONG no construyen un pensamiento y una agenda propia terminan siendo solicitas y reactivas a las demandas del Estado convirtiéndose en Organizaciones Neogubernamentales. Si las ONG no toman distancia de los intereses y necesidades de la comunidad acaban confundiéndose en el tejido comunitario. Si las ONG adaptan y adoptan sin reflexión crítica el modelo empresarial y la lógica de la rentabilidad económica acaban relegando a un segundo plano sus fines sociales y de desarrollo humano.

[2] La Evolución del Tercer Sector hacia la Empresa Social. Francisco Salinas Ramos y otros. Plataforma para la promoción del voluntariado en España. Madrid. 2001. Págs: 34 - 35
[3] En el ordenamiento jurídico colombiano no existe el concepto de ONG sino de entidades sin ánimo de lucro. El término de ONG tiene, más que todo, una significación sociológica.
[4] La Sociedad Civil Global: Las dimensiones del sector no lucrativo. Salamon, Lester ; Villar, Alvaro y otros. Johns Hopkins University. USA. Pág: 499
[5] Ver. Los paradigmas de la política social en América Latina. Rolando Franco. En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Municipio de Medellín. 1997. Pág: 29